Prólogo

Cuando me fue encomendada por el Ayuntamiento de Villafranca de Oria (actual Ordizia) la grata tarea de organizar y catalogar su rico archivo municipal, experimenté una de las mayores satisfacciones que he tenido en mi larga dedicación a los trabajos de investigación, pues en anteriores visitas había hecho notar a los municipes el desorden y abandono de estos fondos, significándoles lo que éstos representaban para la historia de esta población, verdadero enclave dentro de la provincia de Gipuzkoa.

Basta echar una ojeada a la admirable monografía de los señores Echegaray y Mújica, para darse cuenta de la intensa actividad que siempre desplegó Ordizia desde los tiempos de su fundación, tanto en la guerra como en la paz. Fue visitada por reyes y príncipes en diferentes ocasiones, sufrió cercos, protagonizó largos pleitos y prohijó varios pueblos circundantes, que más tarde se emanciparon no sin complicados litigios, en los que sienta verdadera jurisprudencia el seguido sobre los términos de Enirio y Aralar, sobre el que existe en este archivo abundante documentación, con diversas reales provisiones y sentencias de vista y revista, sin que el transcurso de varias centurias haya puesto punto final aún a tan enconadas discrepancias.

Los ricos fondos a que aludo, no sólo versan sobre esta población, sino que son valiosa fuente de antecedentes para la historia de Altzaga, Arama, Astigarreta, Ataun, Beasain, Ezkioga, Gaintza, Gudugarreta, Itsasondo, Lazkao, Legorreta, Olaberria, Zaldibia y Zerain, a través de los diversos pleitos tanto civiles como criminales, que nos muestran una serie de facetas, muchas de las veces desconocidas, en la historia y costumbres del noble pueblo guipuzcoano.

Los litigios, de las más diversas índoles, nos ofrecen la visión de una justicia rigurosa, donde se velaba celosamente por las buenas costumbres, existiendo órdenes muy estrictas sobre el cierre de las tabernas, que se verificaba a las ocho de la noche, la prohibición de juegos a partir de esa hora, el control de los precios que regían en los mercados y hasta ciertas disposiciones sobre los que vivían amancebados que, por lo visto, eran bastantes. Ello no quiere decir que todo transcurriese en un remanso de paz, pues pese a tantas prevenciones edilicias, muchas veces se dirimían las cuestiones apunta de buenos garrotes aprovechando las sombras nocturnas, de lo que resultaban pleitos y costillas rotas.

La mendicidad era tolerada en algunos casos y gozaba de cierta protección, pues había pobres locales reconocidos como tales, quienes podían situarse en lugares estratégicos, a la salida o entrada de los templos, para implorar la caridad de sus vecinos más pudientes. En contraste con esto se perseguía implacablemente a los pedigüeños de tránsito que pretendían hacer su agosto en ferias y mercados, a los que en ocasiones se les aplicaba la Real Ordenanza de Levas, enrolándose al servicio de S. M. sin más contemplaciones.

En 1699 son detenidas varias personas en Legorreta acusadas de agotes, definición un tanto ambigua incluso en nuestros días, lo que da origen a unos expedientes de “limpieza de sangre” de los encartados, que tratan de demostrar a toda costa su condición de “cristianos viejos, guipuzcoanos originarios, limpios de toda clase de mácula o sospecha”, sustanciándose así una serie de probanzas nobiliarias de interesante estudio.

Durante la ocupación francesa se robaron algunas ovejas del caserío de Bezunza, señalándose como autores de la sustracción a las tropas de guarnición en Ordizia. Los perjudicados acudieron ante las justicias locales, entonces bastante menguadas en su autoridad, y éstas, quizás sin grandes esperanzas, recurrieron al jefe militar gabacho, quien, informado del sumario que se llevó a efecto, concluyó presentando excusas y prometiendo efectuar las consiguientes indemnizaciones. Lo que no sabemos es si éstas se llevarían a efecto.

Estando los carlistas en Ordizia por el año 1836, se hizo un minucioso inventario de cuantos útiles poseía en su casa palacio el marqués de Valmediano, por el “administrador de los bienes embargados a los ausentes y desafectos a S. M. don Carlos V”, por orden de la Diputación a Guerra de la Provincia de Gipuzkoa, donse se detallan los más peregrinos enseres que entonces albergaba tan señorial mansión. Después de transcurrido más de un siglo, mis ilustres amigos los marqueses de Argüeso tuvieron la paciencia de escuchar de mis labios la lectura de este interesante documento, haciendo un recorrido mental por los salones descritos en el secuestro y de los muebles y efectos que entonces les adornaban.

El tan debatido pleito sobre San Martín se refleja en uno de los expedientes de hidalguía que en 1756 se siguió por don Iñigo Rafael de Echeverría y sus hijos, estudiándose la ascendencia de doña Teresa Bautista de Loinaz de manera exhaustiva, quien para su mayor lucimiento documenta su parentesco con el santo, aportando pruebas de la naturaleza de éste, que sitúa en Beasain.

En este archivo hay una importante sección dedicada a las Hidalguías y Limpiezas de Sangre que se litigaron entre los siglos XVI al XIX, bastante completa en su género, donde se observa la preocupación social de aquellos tiempos por demostrar ser descendiente de “casa y solar conocido”, premisa indispensable para ser admitido en nuevas vecindades con las exenciones que se disfrutaban en el lugar de origen. Estos expedientes se efectuaban en bastantes ocasiones para trasladarse a Indias, y venían a ser como una especie de salvoconducto para el país de emigración, donde los que portaban sus papeles nobiliarios en regla eran admitidos en los cargos y oficios reservados a los hijosdalgo a fuero de España.

Generalmente estos expedientes probaban cuatro apellidos y llevaban la aprobación de la Provincia, aunque otros más celosos de su estirpe llegaban a acreditar la condición de ocho o más, quizás en su afán de curarse en salud contra posibles autos del Santo Oficio, tan diligente en aquella época ante la más leve sospecha de judaísmo.

Estas probanzas son de linajes generalmente guipuzcoanos, aunque también las hay del resto de provincias vascongadas, navarros, aragoneses e incluso franceses. Los expedientes sobre mayorazgos, capellanías, dotaciones para doncellas y fundaciones por el estilo, nos ofrecen abundante información sobre muchas familias ordiziarras y sus descendencias en los países de América, citándose personajes muy ilustres entre los que provenían de Villafranca.

Este “Nobiliario de Villafranca de Oria”, producto de las investigaciones realizadas en este archivo, y otros de Madrid, está basado principalmente en el estudio de las genealogías contenidas en los expedientes aludidos, donde se dan prolijas noticias de varios centenares de apellidos, con sus respectivas pruebas de nobleza, así como algunos escudos de armas, incluyéndose una serie de noticias de carácter histórico o anecdótico, que, a buen seguro, serán del agrado de los lectores amantes de estas disciplinas.

Estoy convencido de la gran importancia de estos fondos, ahora perfectamente ordenados y al alcance de cuantos sienten inquietudes por las cosas de Ordizia, a quienes brindo la oportunidad de esas pequeñas historias inéditas la mayor parte de las veces, ofreciendo modestamente mi “primera piedra” a los autorizados “alarifes” que con sus brillantes plumas sabrán coronar tan soberbio edificio.

Fernando MUÑOZ ALTEA

Genealogia del apellido Sagastiberri

Filiación seguida en Ordizia en 1603. Consta de 37 folios.

FILIACIÓN
I. Juanes de Sagastiberri, casado con Catalina de Orcaztegui. Fueron padres de:
II. Tomás de Sagastiberri, casado con María Ochoa de Mendizábal.
III. Gabriel de Sagastiberri, vecino de Pasai San Pedro.

(Archivo del Ayuntamiento de Ordizia. Leg. 1. Exp. 5)

Genealogia del apellido Sagastizabal

Tutela y curadoría de Don José Ignacio, y Doña María Ángela de Sagastizábal, hijos de Don Felipe de Sagastizábal y Ana María Ballant su mujer, discernida por el Corregidor de la Provincia, a quien se nombró tutor. (Este señor, era Don Pedro de Ribanegra, vecino de San Sebastián). Consta de 12 folios.

DOCUMENTOS
- Testamento otorgado en Madrid el 26 de octubre de 1678 ante Felipe Segundo de Montalvo. Doña Ana María Ballant, viuda de Don Felipe de Sagastizábal, conde de Peñaflorida y señor de las Villas del Molar y el Vellón en Castilla y de Landacaranda en Gipuzkoa. Hija legítima de Don José Ballant y Doña Margarita de Gebres, vecinos que fueron y naturales todos de la Corte de Bruselas, residente en Madrid, calle de Aragón, parroquia de San Martín. El marido era Felipe Pérez de Sivorre y Sagastizábal. Herederos: Susana Bárbara, mujer de Don Sebastián Chambrier, vecina de Madrid, y Don José Ignacio y Doña María Ángela, sus tres hijos.

(Archivo del Ayuntamiento de Ordizia. Pleitos Civiles Ordizia. Leg. 10. Exp. 14)

Genealogia del apellido Salsamendi 1

Hidalguía litigada en Gudugarreta en 1773. Entronca con la litigada en Gudugarreta en 1718 por los hermanos Miguel, Gabriel, Juan Antonio y Esteban de Salsamendi y Aramburu. Consta de 105 folios.

FILIACIÓN
I. Pedro de Salsamendi, casado con Catalina de Mujica. Fueron padres de:
II. Pedro de Salsamendi, casado con Teresa de Aramburu, hija de Martín de Aramnuru, natural de Beasain, y de Mariana de Zubizarreta. Fueron padres de:
1. Miguel de Salsamendi, casado con María Bautista de Carrera y Astiasarán. Padres de Miguel Domingo de salsamendi, natural de Arriaran.
2. Gabriel de Salsamendi, casado con María de Echeverría y Loidi. Padres de Joaquín Ignacio de Salsamendi, natural de Andoain, y de Juan Bautista de Salsamendi, natural de Sorabilla.
3. Juan Antonio de Salsamendi, natural de Arriaran. Casado en Arriaran el 17 de abril de 1731 con María Francisca de Carrera, bautizada en Arriaran el 6 de febrero de 1713, hija de Juan de Carrera y de Catalina de Astiasarán. Padres de José Ignacio y Juan Francisco de Salsamendi, naturales de Arriaran y vecinos de Gudugarreta.
4. Esteban de Salsamendi, casado con María Ana de Astiasarán, hija de Martín de Astiasarán y de Ana María de Otaño. Padres de Juan Ignacio de Salsamendi, natural de Arriaran.

SOLARES
ASTIASARAN, en Gudugarreta; CARRERA, en Amezketa; SALSAMENDI, en Gudugarreta; MUJICA, en Gudugarreta.

(Archivo del Ayuntamiento de Ordizia. Leg. 25. Exp. 1)